Once upon a time in Macondo


Uno de mis mejores amigos se mudó el viernes.
Y según lo que pude descubrir,ha vivido como un asceta éstos últimos meses.
Sus cosas cabían en una maleta grande,jeans deslavados,camisetas hechas bola y varios artilugios para el aseo básico fueron lanzados en ella,mientras que sus libros,ejemplares casi todos de bolsillo,fueron guardados amorosamente en una bolsa que se echó al hombro.
Mientras atravesábamos la ciudad con la susodicha maleta rodando detrás de nosotros y el bolsón despidiendo un olor a librería de viejo,hablamos (entre otras cosas) de García Marquez.
Los dos nos declarábamos buenos amigos de su lectura,más no fanáticos.
Estábamos en plena interpretación dramática de José Arcadio Buendía atado al árbol,cuando comenzó a caer el diluvio.
Sin plan,atontados por la lluvia y todavía recordando a José Arcadio,cada quién echó a correr para lados distintos.
Me di cuenta que lo había perdido hasta que entré a uno de los cafés "El Jarocho" que hay por mi barrio.
Pedí té y marqué su teléfono.Junto a mí,chorreando agua por todos lados,estaba su maleta grande, y dentro, sus posesiones parecían no enterarse de su repentina orfandad.
Contestó .
Escuché la voz del asceta como si estuviera dentro de una lavadora,así que decidimos continuar nuestro peregrinaje luego de que parara el chaparrón.
Me senté a esperar.
La gente entraba corriendo al local,empapada,riéndose y regocijándose de haber alcanzado el puntito lejano que distinguían apenas y que acabó convirtiéndose en una cafetería.
Cuando entró Melquíades,lo distinguí al momento,la barba en punta,los ojos de sabio,la apariencia contundente del alquimista,del mago,del que trajo el hielo y del que ha muerto varias veces.
Se me acercó ofreciéndome lo que yo tomé por maravillas,collares exóticos (seguramente traídos de alguno de sus viajes alrededor del mundo),sedas como agua y lápices para los ojos de mujeres árabes.
Tomé uno de ellos,incapáz de rechazar un objeto traído desde tierras extrañas,que aún olía a especias y que parecía carbón suave.
Melquíades pareció muy satisfecho y siguió su camino luego de la venta,seguramente apurado por la partida de la caravana de gitanos.
Leí el borde del lápiz y no pude aguantar la risa.
"La alquimia está en todas partes",decía.

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