El rapto


Todas ellas eran brujas.

El pequeño niño lo sabía desde siempre, porque trataron de llevárselo siendo apenas un bebé. Lo sacaron de su pequeña cuna y unas manos llenas de plumas negras lo cobijaron. Aunque eran cálidas, no podía dejar de llorar y sus chillidos en la noche fueron los que alertaron a la gente del pueblo.

Cuando lo encontraron, estaba entre los matorrales, lleno de tierra y aterrado, pero había sobrevivido.

Recién aprendió a hablar, contó su historia del rapto pero nadie le creyó. Era un niño extraño, silencioso y sin amigos y muchos pensaban que estaba mal de la cabeza.

Pero él sabía. Observaba de lejos a las mujeres del pueblo, las seguía mientras iban a lavar su ropa al río, o las espiaba mientras cocinaban, esperando por cualquier señal. Quizás mezclaban hierbas extrañas con la comida o quizás usaban a los animales del corral para algún ritual, pero eran muy cuidadosas y nunca se delataron. 

El tiempo pasó y el niño se convirtió en un hombre. Y las ideas que tenía sobre las brujas se fueron desvaneciendo. Era una tontería. Ahora era parte de su comunidad, tenía amigos y había comenzado a enamorarse.

Ella, a la que amaba, era la mujer más hermosa que había visto. Sus palabras suaves y su presencia luminosa, lo habían atrapado desde el primer día. Quería darle todo de sí mismo, sin resistencia, con devoción.

Por eso el día que lo invitó al bosque para pasear, él fue.

¿Por qué habría de dudar? Si la adoraba, si daría su vida por ella

Y ni siquiera le pareció raro que ella le quitara toda la ropa o que lo tendiera sobre la hierba húmeda.

Se quedó ahí, mirando el cielo, mientras la mujer que amaba le hablaba en una lengua que él no conocía, mientras sus manos llenas de plumas negras le acariciaban el cuerpo.

En su mente nublada, solo una frase se repetía. Una frase que había visto de niño en la entrada de la iglesia y que en ese momento no había significado nada y que ahora lo significaba todo:

"Señoras y señores: no hay salvación. En nosotros se está perdiendo la partida. El Diablo juega ahora las piezas blancas".


(Texto creado a partir de un final de Juan José Arreola)

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