Cuetzalan

Llegamos a las 4 de la madrugada,después de un viaje eterno por caminos sinuosos y curvas de la muerte que subían y bajaban la montaña.
Habíamos escuchado cientos de canciones en inglés en el ipod compartido,mientras el camión se iba vaciando y nos quedábamos solos con el conductor.
Era nuestro primer viaje juntos.
Y ahí estábamos,dos casi desconocidos agazapados en la oscuridad de nuestros asientos,observando la noche vertiginosa.Ésta,solo era una mancha con fragmentos de árboles y desfiladeros tremendos.
Quitaba el aliento.

Encontramos un lugar distinto al de las fotos.
Un lugar dormido y quieto.
Nos recibió el frío mortal del alba,una calle en bajada eterna y el olor a tierra húmeda.
Era un pueblo fantasma,un pueblo sacado de un cuento de Rulfo,ni un alma en las calles excepto nosotros,caminando sobre las piedras negras,cargando cada quién su mochila de trotamundos.

Caminamos y caminamos,hasta llegar a la iglesia principal, construida al borde del despeñadero.
Porque Dios es Dios y puede darse el lujo de ser osado y de que sus fieles lo sean también.Eso creo.

Frente al templo,un tronco eterno sube a las nubes,con una escalera inventada para los voladores de Papantla,que caen como lluvia desde lo alto,para fertilizar el valle.

Lo observamos todo enmudecidos por el frío y por la belleza.
Con el respeto de quien sabe que sólo es un espectador en la maravilla del mundo.

Y seguimos caminando.
Nos perdimos por casi una hora por las calles de laberinto,los números de las casas se mezclaban sin sentido y de pronto podías sentirte en un universo paralelo,en el que los grillos eran los gobernantes.
Estábamos perdidos,muertos de cansancio,ateridos por el frío de la mañana nueva.
Nuestro hotel parecía un espejismo que sólo surgiría con la luz del día,como por arte de magia.

Me senté en la banqueta mientras tú ibas desesperado de un lado a otro de la calle,asomándote por las ventanas tapiadas,buscando la vida.
Te vi sacar el celular,marcarlo con desesperanza casi dolorosa.
Y entonces lo escuché.
Claro,pero lejanísimo,como si llegara del otro lado del mundo.
El sonido de otro teléfono repicando.
Me levanté de un salto y corrí calle abajo,siguiéndolo,contigo mirándome sin entender qué hacía.
Y cuando estaba a punto de encontrarlo,se detuvo.Sin más.
Llegaste a mi lado corriendo,confundido.
-Vuelve a llamar,se oye otro teléfono.
Y marcaste todo tembloroso y ahí estaba de nuevo,el ring señalándonos nuestro oasis,un hostal antiguo,sin señalamientos,sin nombre en la entrada,una casona derruída de color crema.Gloriosa a la luz del farol naranja.

El dueño nos abrió la puerta,vestía calzoncillos y una playerita de costeño.
Su rostro era pura acidéz.
Pero creo que no le caímos mal,nos llevó a nuestro cuarto miniatura mientras nos preguntaba por nuestro viaje.

Creo que nunca he dormido tan profundamente como esa noche.

Al despertar me encontré en esa habitación de monje,con paredes desnudas y una ventanita con barrotes que daba al callejón.Era el comienzo de nuestro viaje.Y el sol era espléndido.

No sé si te estoy hablando a ti o a los que leen.
De cualquier manera no creo que leas esto nunca.
Oye,fueron tiempos hermosos.



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