El contratista
Al fin llegué, pensé mientras bajaba del camión en la vieja terminal de autobuses de Pachuca. Como siempre el olor conocido a estiércol y a sudor me golpeó la cara. Era cerca de la medianoche, yo estaba muerto de cansancio, solo pensaba en encontrar una cama dónde poder dormir unas horas para mañana seguir mi viaje hacia la Ciudad de México. Aún adolorido por el largo camino, me monté en el primer taxi que ví pasar. Al centro, al centro, creo que le dije. Mientras avanzábamos, saqué de mi mochila los papeles que ya había revisado cientos de veces en los últimos 3 días. Si cerraba este contrato mañana, ya no tendría que seguir viajando por todo el país y al fin podría abrir mi negocio. La sola idea hacía que me temblaran las manos. Yo ya no era un hombre tan joven, pero aún quería cosas. Mi casa, mi familia, mi negocio. Iba pensando en esto, casi soñando y sonriendo, cuando de pronto el taxi se detuvo. -Ya llegamos- dijo el conductor señalando la calle Atontado, le pagué y ba...