En el camino

Lo primero en lo que pensé cuando el monstruo terminó de alimentarse de mi y me tiró al piso, fue que si hubiera sabido que moriría ese día, habría hecho muchas cosas distintas.

Pero, ¿qué cosas?, me decía mi mente bailando en una especie de embriaguez. Eres solo un muchacho insignificante. Nunca le has importado a nadie e incluso ahora morirás tirado en medio de un camino, por donde nadie pasa. Tu existencia, Benjamín, será olvidada. Quizás las cabras se pregunten por ti, solo porque ya no habrá nadie que las saque a pasear y no te escucharán silbando a lo lejos. 

Tu madre llorará un momento. Pobre Benjamín, dirá limpiándose las lágrimas con algún paño de cocina y luego seguirá haciendo pan, aliviada muy dentro de ella, porque eres una boca menos que alimentar.

Tus hermanos y hermanas preguntarán por ti al principio, pero pronto dejarán de hacerlo, aún son muy pequeños y no les importa la muerte, porque aún no saben lo que es.

No saben que morir es doloroso y hasta un poco patético.

Mírenme, les diría ahora. Estoy aquí tirado, en esta madrugada fría, muriendo, con un río de sangre brotando de mi cuello. Sintiendo que la vida se me va en cada respiración, sin poder moverme y mirando ese cielo donde aún hay estrellas. Sé que el monstruo que me mordió sigue cerca, puedo escuchar su respiración, puedo sentir su presencia acechando. 

¿Qué es lo que espera para hacerme pedazos? Si pudiera hablar le gritaría para que termine de una vez conmigo. 

Estoy harto de que todo en mi corta existencia sea tan complicado y tan absurdo. Al menos quiero morir rápido. Aparentemente ni eso se me cumplirá. Me seguiré desangrando como un cerdo, hasta el fin.

Casi me atraganto con una risa llena de mi propia sangre. Un sabor a hierro lo llena todo.

Pero comienzo a reír y no puedo parar. Mi muerte será tan lamentable como mi propia vida. 

De pronto, el monstruo se inclina ante mi y me quedo mudo.

Ahora puedo verlo de cerca. Su cara es la de un hombre, pero sus ojos tienen un color rojo sangre, y cuando me sonríe, distingo una larga fila de colmillos.

El pánico me atraganta y recorre mi cuerpo en escalofríos que son casi espasmos.

-Shhhh- me dice el monstruo en un susurro y una mano helada, llena de afiladas uñas me acaricia la mejilla.

Es extrañamente reconfortante y dejo de tener miedo. Mi cuerpo se relaja, aún cuando el monstruo sigue acariciando mi cara. No puedo dejar de mirarlo a los ojos. Voy a morir pronto y esos ojos son lo último que veré. 

Está bien, pienso. No es tan malo después de todo. Estoy listo para morir.

Pero entonces, el monstruo se acerca más a mi y está tan cerca, que nuestras mejillas se tocan. Su piel helada me produce un temblor extraño en el pecho. Su cabello huele a humo, pero su cuerpo no despide ningún aroma. Nos observamos con curiosidad y él sonríe burlonamente. El asesino riéndose de su presa antes de matarla.

Y luego hace un movimiento extraño, acomodando su cuerpo sobre mi. 

Me mira seriamente, esperando.

Me está ofreciendo su cuello, en donde ha hecho un corte muy fino, casi imperceptible. Veo como una gota de sangre sale de él.

-Bebe-  dice el vampiro


Comentarios

Entradas populares de este blog

Los viajeros

En la búsqueda incandescente de caballitos de mar

El prólogo de la saga,sin un solo jedi