Los monstruos
En la noche salían los monstruos. Seres llenos de pelo erizado, con grandes ojos rojos y garras afiladas. Acechaban sigilosamente las casas del pueblo, caminando en cuatro patas, buscando a sus presas. Lucía casi podía escucharlos fuera de su ventana, olfateando con sus narices húmedas por cualquier indicio de vida. Asustada, se metía bajo las cobijas tibias y reconfortantes, buscando el alivio, tratando de dormir. Algunas noches lo lograba, otras no. Por la mañana el pueblo se veía diferente, vivo y vibrante, la gente yendo a hacer sus mandados, riendo como si nada. Pero ellos eran adultos y no tenían nada qué temer. Los monstruos solo se llevaban a las niñas pequeñas como ella. Eso le habían dicho siempre en su casa. Por eso la noche para ella se transformaba en algo distinto, misterioso, insondable. Porque detrás de todo el miedo que Lucía sentía, también tenía curiosidad. Y había noches en las que salía de la protección de sus mantas e iba a asomarse a la ventana. Todo lo que veía ...